Probablemente alguna vez hayamos escuchado el viejo dicho “Comemos con nuestros ojos”. Tenemos una percepción predispuesta de los colores que afecta los sentidos. Esto ocurre con los colores de las paredes de la casa, de la ropa y por supuesto de los alimentos.
Cuando se trata de la comida, la presentación juega un papel muy importante. Si carecemos del sentido del olfato, una presentación de colores atrayente de los alimentos hará que nuestro cerebro reciba un mensaje diciendo que esos alimentos son apetecibles. Por lo tanto, podemos decir que el color de los alimentos desempeña un papel esencial a la hora de su aceptación y disfrute.
El sentido de la vista es determinante a la hora de apreciar un alimento.
Todos diríamos que un caramelo de color verde tiene un sabor a menta, que uno amarillo es de limón y otro de color rojizo será de fresa. Pues bien, si les cambiamos el sabor pero mantenemos el mismo color, ¿qué pasaría?.
A la hora de ingerir algún alimento, el color azul es el que menos llama la atención. Exceptuando algún tipo de alga o colorante artificial, no hay ningún otro alimento de ese color.
Las tonalidades azules y violetas se relacionan con alimentos en mal estado. Pero estamos ante una contradicción: en algunos alimentos con tonalidades moradas como los arándanos, las berenjenas o el maíz azul, su potente color nos indica que son alimentos ricos en antioxidantes, y por tanto muy saludables.
Los colores cálidos como el naranja, el amarillo o el rojo son de mayor aceptación.
La explicación que sugieren los expertos es que el ser humano está predispuesto a rechazar los alimentos extraños y que pueden suponer un peligro para la salud. Por eso se prefieren colores que podemos encontrar en su estado natural antes de que los alimentos sean procesados o alterados de forma artificial.
Si deseáis saber algo más sobre cómo influyen los colores a la hora de comer, os dejamos algunos links que son interesantes.
http://www.muyinteresante.es/ciencia/preguntas-respuestas/ipor-que-no-nos-gusta-la-comida-azul